La torre de marfil

Este es un espacio para quienes quieren conversar sobre el Perú con la distancia -y marginalidad- de la diáspora. Le daremos particular importancia a la política doméstica y los conflictos culturales de las sociedades del norte para establecer contrastes irónicos en relacion al Perú.

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Nombre: Eduardo Gonzalez
Ubicación: Brooklyn, New York, United States

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miércoles, agosto 09, 2006

El enemigo de mi enemigo

Cuando vine a los Estados Unidos por primera vez, hace unos diez años, me sorprendió muchísimo cuantas personas respondían "escritor" cuando les preguntaba por su profesión. Aparentemente, bastaba haber enviado alguna vez un artículo a una revista universitaria, o tener una novela en proyecto para tener una carrera literaria. Yo, que no tenía entonces -ni tengo- mas que un muy modesto poemario publicado por una casa editorial de patas, jamás hubiera tenido el cuajo de presentarme como poeta.

Cuando vine por segunda vez, hace tres años, participé en una reunion de "escritores" en un café de mi barrio. Una docena de personas que se juntaba cada semana para leer poemas o cuentos. Lo que me sorprendió esta vez fue la civilidad del intercambio: silencio respetuoso, aplausos educados, conversación moderada.

Contrasto estos ejemplos con la llamada "polémica de los escritores" que agitó el mundo intelectual peruano hace algunos meses con más intensidad que las elecciones presidenciales. Como recordarán, aquélla fue un intercambio de cartas acusatorias entre escritores que se proclamaban "provincianos" y otros que hacían lo posible para no ser desdeñados como "limeños". La polémica tuvo de todo: acusaciones de racismo, clasismo, argollería, senderismo, mediocridad y estupidez. Luego hubo un furioso intercambio público a propósito de un manifiesto firmado por un grupo de escritoras protestando contra el sexismo de algunos críticos. Luego, por último empezó una guerra sucia de "blogs" entre escritores y críticos jóvenes que se acusan unos a otros de ataques anónimos, sabotaje electrónico y -ante todo- envidia.

En los debates sale a la luz lo mejor del repertorio retórico -creatividad para el sarcasmo, sana irreverencia- y también lo peor y más gastado: apodos y falacias obvias. Es curioso cómo nuestras élites intelectuales repiten por nuevos medios (la internet) y en nuevos códigos (la crítica literaria) los estilos que hace décadas se transmitían por revista mimeografiada y por razones políticas.

La irrelevancia de la política desde el 5 de abril de 1992 ha privado a nuestras élites intelectuales del código normal de sus disputas. Ausente la política de la vida nacional, ahogada por el pragmatismo sin ideología del fujimorismo y de sus opositores, se acabaron las excomuniones ideológicas. En esos años, la polémica en las facultades de sociología fue el fútbol: los significados de ser aliancista o de la "U", la tragedia de la selección peruana. Ahora es la crítica literaria la que nos prevee las claves de un ritual conocido: ataque y contraataque, alianzas, guerra de desgaste.

Entre estos rituales hay varias constantes, pero una de las principales es la competencia por un espacio pequeño. La izquierda ideológica o el público lector de clase media son tortas muy chiquitas para que alcance una tajada para todos los invitados, lo que hace feroz la disputa: el que tiene plato lo defiende; el que no, se abalanza. Se generan dinámicas de juego clásicas: alianzas con el enemigo de mi enemigo, dilemas del prisionero en el que todos pierden, competencias brutales con el que es más parecido y tolerancia de aquél absolutamente distinto.

Supongo que los "escritores" de mi barrio en Brooklyn no serían distintos si el mercado fuera tan reducido. Una visita a la monstruosa cadena de librerías "Barnes & Noble" revela un pasillo entero de publicaciones sobre cómo publicar cualquier cosa, desde cuentos infantiles hasta novelas. Lo mismo ocurre explorando la página web de "Amazon". Esta sociedad de la abundancia, donde es común que la gente lea en el metro, nos convierte por oposición en una Somalia intelectual, donde no hay más opción que hacerse señores de la guerra y reclutar niños soldados para comer lo que la comunidad internacional envía como ayuda humanitaria.

Muy pocos entre nosotros "hacen patria" intelectual ampliando la torta, y si lo hacen son acusados de crear una nueva argolla ("palo porque bogas, y palo porque no bogas"). Crear una nueva editorial, publicar una página web para escritores noveles, llevar la literatura a un programa de televisión es la receta para exponerse al ataque.

Es más sencillo aplastar retóricamente al círculo del enemigo, aunque al hacerlo se caiga en la ironía de crear nuevos círculos. Nuestra estrategia creativa parece ser guerrera, que es como decir que somos guerreros creativos, que es -finalmente- como admitir que somos la más acabada contradicción: destructores creativos. ¿Habrá que esperar una generación para ver bajo qué medios y con qué pretextos seguimos odiándonos?

2 Comments:

Blogger Martín Palma Melena said...

Interesante blog. Me leí tres post de un tirón: motivos suficientes para regresar.

Saludos cordiales

Martín

3:49 p. m.  
Blogger Tanque de Casma said...

Buen post, Eduardo
La verdad es que el lío de tías de los blog es un poco aburrido e intrascendente.
Saludos
ECG

3:50 p. m.  

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